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Como humanos, nuestras habilidades estaban limitadas a nuestra capacidad craneal. Una serie de descubrimientos avalaron y ampliaron nuestra inquisición, hasta llegar a una competencia extrema en la que defender se convirtió en una prerrogativa intensamente elevada. Por si fuera poco, las industrias que creamos, como un cigarro, aspiran grandes volúmenes de dióxido de carbono y otros dióxidos venenosos conocidos por los especialistas que destruyen la capa de ozono. Cuando los efectos nos acarician, maldecimos a nuestro creador, por el resultado de nuestras acciones. Somos como una enfermedad corrosiva para nuestro precioso hogar, sin tener en cuenta la herencia de la siguiente generación. Los BaTonga siguen siendo uno de los pueblos existentes bajo el sol que conservan y preservan su cultura al máximo. Han mantenido la fauna y la flora a salvo en toda su extensión mediante normas, creencias y leyendas. La única cuestión que hay que tener en cuenta es la documentación de sus lugares culturales más importantes para la posteridad. Hasta la fecha, los BaTonga siguen practicando su modo de vida como lo hacían sus antepasados. Su fascinante esfuerzo nos hace cuestionar nuestras propias creencias que han llevado a la destrucción de nuestro planeta.
A propos de l'auteur
Je suis un père d'un enfant motivé intrinsèquement, animé par l'amour de l'humanité et de la nature qui apporte l'illumination au monde. Je suis titulaire d'un diplôme avec mention en archéologie, patrimoine culturel et études muséales 2016.
