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Es arriesgado pensar que la soledad constituye el hilo negro que conduce al pleno conocimiento de la filosofía nietzscheana, explicándola desde una postura que necesariamente involucra a la persona de Nietzsche y la vincula con cada una de sus ideas como fruto de su propia vida, más que como disertaciones filosóficas sobre un mundo que le es extraño y al cual no desea pertenecer; dicho hilo negro no puede existir, al menos no en un filósofo que hace de la contradicción la esencia misma de su obra. Sin embargo, la soledad es la compañera más fiel de Nietzsche, es la única que está con él desde sus primeros años de vida hasta los instantes previos a su muerte; la lleva entre la carne, la sufre, la vive, la rechaza cuando le parece incontrolable y, la busca nuevamente cuando necesita de ella para escribir; pues no se trata sólo de la soledad física que estuvo siempre latente, sino de una soledad espiritual e ideológica, de un sentirse solo y saberse solo, luchando por vivir bajo la sensación de no pertenecer a ningún algo o alguien, de ser intempestivo y a su vez adelantado al momento histórico que le tocó vivir.
About the author
Lic. en Psicología y Mtro. en Psicología por la Universidad de Guadalajara (México), Lic. en Filosofía por la Universidad América Latina y Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de Jalisco. Actualmente profesor de la Universidad de Guadalajara y empleado en dicha Institución para el desarrollo de diversos proyectos académicos y administrativos.
