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Hace mucho tiempo la filosofía no sufría ataques. Aquellos que se adentraban en la senda del pensar únicamente combatían en búsqueda de auténticos cimientos. Algunas veces eran encuentros con los astros, otras con uno mismo, o simplemente flujos en el constante vaivén de las preguntas. A través de interrogantes como la fundamentación del conocimiento o la esencia del mundo se trataba de manera auténtica la cuestión del conocer. Ahora todo eso ha cambiado. Casi pierdo la fe en encontrar caminos que me conduzcan a la senda del pensar. Ahora sé que Dios tiene que tener algún lugar en la finitud por mucho que gobierne en la distancia. A los hijos del desierto nos han tenido apartados del mundo. Pero nuestro hogar son las estrellas. Aún recuerdo levantar la cabeza, observar la luna y sentir miedo al mirar. Por aquel entonces no sabía que todo contacto terminaría dejando huellas eternas. Ahora miro de reojo e intento comprender cómo aterrizan los cielos sobre el suelo de las magnitudes. Son los metrajes impregnados en la racionalidad humana aquellos que se han encargado de gobernar durante siglos los despliegues de la razón.
About the author
El autor es miembro de la Sociedad Española de Fenomenología. Realiza su tesis doctoral en el marco de la Escuela Internacional de Doctorado de la UNED en colaboración con la Darmstadt Technische Universität, mientras termina su Grado en Derecho por la UOC. Ha escrito un libro, una traducción y se encuentra en proceso de varias publicaciones.
